9 de marzo de 2016

057.- UN MILAGRO EN EQUILIBRIO. Lucía Etxebarría



La OXITOCINA  es una hormona relacionada con los patrones sexuales.

¿Qué es mentir sino recordar algo que no ha sucedido?

El sueño que promete lo imposible ya nos priva con su propia promesa de su consecución, pero un sueño accesible delega en nosotros su solución: nos parece que si no se ha cumplido es nuestra la culpa y no del azar o del destino.

El que vive sin culpa muere sin historia.

A los bebés se los quiere por una pura cuestión marxista: la inversión que se hace en tiempo y dinero en ellos es tan grande que luego uno no puede permitirse despreciar el resultado.

Solo no anhelando lo imposible sería feliz, porque solo quien no busca finalmente encuentra, sólo quien no busca ya tiene.

Trae mala suerte llamar a los hijos como a los padres, así nunca desarrollan personalidad propia.

Proporcionar felicidad o consuelo a alguien también hace feliz a quien lo ofrece.

Te enganchas a las drogas porque tienes un montón de problemas. Y después solo tienes uno: las drogas.

Mal de muchos no es consuelo de tontos, porque en realidad no sirve de consuelo.

A veces prescindir del pasado es una exigencia para poder disfrutar del presente. Ciertos episodios se relegan al desván del olvido, a ese depósito que sólo puede visitarse en sueños.

El bloqueo es el aviso de que uno se acerca a lo que no quiere ver.

No hay nada como un coche bien tremendo para curar complejos y epatar a los demás con la única grandeza de que sus dueños pueden presumir.

Lo peligroso que resulta proyectar en los hijos nuestras carencias y esperar que ellos consigan los triunfos que nosotros no fuimos capaces de alcanzar.

El mundo es patrimonio de quien impone su voluntad a sus emociones, porque la vida es una guerra y cada día una batalla. No debe uno quedarse quieto nunca, y mucho menos retroceder ni para tomar impulso.

En una familia el único que duda sobre su cordura resulta ser el miembro más lúcido. Los demás se instalan en su propia locura y viven en ella más o menos confortablemente mientras que el lúcido es quien paga el pato, pues cuando ve lo que los demás no ven y lo dice, se encuentra con un grupo compacto empeñado en convencerle de que cambie.

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