EL
AROMA DE BITINIA.
Jaime
García- Torres Entrala.
República
de Roma, año 63 a.C. Marco Horacio, miembro de una de las familias más
influyentes de Roma, acaricia la posibilidad de presentarse como candidato a
edil en los próximos comicios, mientras sus días transcurren plácidamente en su
mansión del Palatino, rodeado de su familia, instruyendo a su hijo y honrando a
sus antepasados. Pero el sorprendente asesinato de una joven durante la
celebración de la fiesta de la Lupercalia, y otras muertes posteriores
ocurridas en extrañas circunstancias, lo obligan a iniciar una investigación,
convencido de que las mismas no obedecen a una mera sucesión de fatales
coincidencias.
Esa
búsqueda, en la que contará con la ayuda del cónsul Cicerón y de su fiel
esclavo Dionisio, se convierte en una suerte de obsesión que le llevará no solo
a un desenlace inesperado, sino a enfrentarle a las certezas y principios sobre
los que se asienta su apacible existencia.
Las carreras de cuadrigas, las campañas
de Asia, los baños romanos, el arte de la oratoria y las costumbres de una
República que, lentamente, se encamina hacia la decadencia, son parte del
escenario de una novela que transporta al lector, en un viaje apasionante, a
las entrañas de la Antigua Roma, haciéndole partícipe de una aventura en la que
nada es lo que parece, y en la que las más nobles aspiraciones conviven con los
más oscuros sentimientos del ser humano.
Todos
erramos, pero solo los necios perseveran en el error.
Julio
Cesar, el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos de Roma.
La
verdadera manumisión llega el día de la muerte, cuando el alma se libera del
cuerpo que la encarcela y se hace por fin libre.
Los
primeros acontecimientos no siempre son la causa de los sucesos posteriores. A
veces, son solo la excusa. Si el primer acontecimiento es la causa, bastará con
tirar del hilo para deshacer el nudo argumental: pero, si el hecho inicial es
la excusa, habrá que buscar en otro sitio el cabo suelto que permita desenredar
la trama.
Te
sobra capacidad pero te falta ambición. Y no me refiero a la ambición insana y
dañina, sino a otra bien distinta; a la ambición virtuosa, a la que hace grande
al hombre.
La
libertad no la da el hombre, sino el destino.
De nada sirve ser un charlatán, pues, si
no dices nada de interés, corres el riesgo de que nadie te escuche.
Una
novela muy recomendable. Instructiva, divertida e interesante.
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