LA CIUDAD DE LOS PRODIGIOS. Eduardo Mendoza.
Entre
las dos Exposiciones Universales de Barcelona (1888 y 1929), con el telón de
fondo de una ciudad tumultuosa, agitada y pintoresca, a un tiempo real y
ficticia, ONOFRE BOUVILA, inmigrante paupérrimo, repartidor de propaganda
anarquista y vendedor ambulante de crecepelo, asciende a la cima del poder
financiero y delictivo.
Un nuevo y
singularísimo avatar de la novela picaresca y un brillante carrusel imaginativo
de los mitos y fastos locales. Una fantasía satírica y lúdica cuyo sólido
soporte realista inicial no excluye la fabulación libérrima. Uno de los títulos
más personales y atractivos de la novela española contemporánea.
Trataré de hacerlo lo mejor que pueda; al fin
y al cabo, tan peligroso es hacerlo bien como hacerlo mal, y haciéndolo bien me
gano la confianza de los unos y los otros. La idea de ganarse la confianza
ajena sin dar a cambio la suya le parecía el colmo de la sabiduría.
Se ofendía con facilidad, le llevaba
la contraria por sistema y se empeñaba en tener siempre la razón, tres síntomas
inequívocos de debilidad de carácter.
Las personas son así: no quieren que
se les diga lo que les desagrada oír; sólo quieren oír lo que les gusta, aun
sabiendo que eso que oyen no es lo que piensa la gente.
En su aversión al progreso la
iglesia no estaba sola: la mayoría de los reyes y príncipes compartían este
resquemor; veían en los cambios la grieta por la que había de colarse la
subversión de todos los principios, el heraldo que anunciaba el fin de su era.
Solo los insensatos cortan sus
raíces definitivamente.
De las decisiones absurdas se siguen
siempre resultados fatales.
Estos pequeños grupos,
integrados por aristócratas, terratenientes y algunos elementos del Ejército y
el Clero ejercían sobre la vida política de la nación una influencia
decisiva de carácter inverso: no
intervenían en nada, salvo para impedir que se produjeran cambios; se
limitaban a dejar constancia de su
existencia y a prevenir a la opinión pública de lo que podría suceder (algo
trágico) si su inmovilismo a ultranza era contrariado.