Para asomarse con ironía a la
Historia de la Literatura es necesario un profundo conocimiento de la materia y
una forma irreverente de enfrentarse con los libros y los autores. Es decir,
imaginación y criterio. Rafael Reig demuestra ambas cualidades en este
personalísimo recorrido por los dos últimos siglos de España y América latina,
un vertiginoso viaje - novela y ensayo al tiempo- que nos acerca a los
principales escritores convertidos en personajes de ficción, de Galdós y Rubén
Darío a Juan Benet y Javier Marías, del boom latinoamericano a las últimas
tendencias literarias. Ésta es la (sub.)versión del canon de uno de los
escritores más representativos de la generación española de los sesenta.
Ignacio
Belinchón es un poeta neoclásico que escribe odas al tiempo que triunfa el
Romanticismo de Espronceda y Larra; su hijo Alfonso será un escritor romántico
durante el apogeo de la novela realista de Galdós y Clarín....así, siempre un
paso por detrás de las tendencias, los Belinchones constituirán una saga maldita
que, con la esperanza hereditaria de triunfar, llegarán tarde a todos los
movimientos culturales dominantes durante dos siglos. A través de esta familia,
siguiendo sus desdichas, Rafael Reig nos invita a recorrer, de forma crítica,
desenfadada y provocadora, la narrativa en España y América Latina desde el
siglo XIX hasta la actualidad y un poco más allá: hasta el año 2.012, cuando
una guerra civil entre escuelas literarias termine para siempre con la
literatura.
* El
que a los veinte años no es comunista no tiene corazón. El que es comunista
después de los cuarenta, no tiene cabeza.
* Las
revoluciones son como los volcanes. Tienen días de llamas y años de humo.
* Casarse
es como irse a vivir en las afueras. Cuando por fin admite que se ha equivocado
y pretende volver al centro, se da cuenta de que ya no se lo puede permitir: el
precio del metro cuadrado es demasiado caro.
* Todos los males vienen de no ser capaz la persona de quedarse en su propia casa. La
primera obligación de cada quien es aprender a entretenerse solo.
* Más
que para saber cómo acaba, a menudo se lee para ver cuándo acaba
de una vez.
* La
vida, para que tenga sentido, habría que leerla desde el final. La muerte pasa
la vida a limpio a partir del final. Todo lector que leyendo una novela se
preocupa de saber cómo acabarán los personajes de ella sin preocuparse de saber
cómo acabará él, no merece que se satisfaga su curiosidad.
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