LA
GRAN DESMEMORIA.
Lo
que Suárez olvidó y el rey prefiere no recordar.
PILAR
URBANO.
Tras el éxito rotundo de El precio del trono, Pilar Urbano hace
un valiente ejercicio de investigación para acabar con mitos y medias verdades
que han desfigurado nuestra reciente historia.
Con documentos inéditos y testigos que al fin
cuentan lo que nunca habían contado, Urbano averigua cómo actuó el rey en la
Transición.
La autora sale al encuentro de las dudas
y sospechas del hombre de la calle: si el Rey fue verdaderamente “el motor del
cambio” o si el temor al Ejército y al búnker le aconsejaron pisar el freno;
por qué el monarca se ausentó en Paris mientras Suárez legalizaba al Partido
Comunista; desde cuándo y hasta dónde estuvo el Rey informado de la Operación
Armada; cuál fue el auténtico motivo de la dimisión de Suárez; el juicio
militar del 23 F, un simulacro consentido para tapar la trama conspirativa de
diputados y empresarios dispuestos a gobernar bajo un general…
Pilar Urbano introduce al lector en las
estancias del poder, permitiéndole asistir a escenas electrizantes y escuchar
en toda su crudeza los diálogos de los protagonistas tal como fueron.
“Discrepo-dice la autora- de Camus
cuando afirma que “la verdad tiene dos caras, una de las cuales debe permanecer
oculta”. Mi servicio al ciudadano es justamente lo contrario: descubrir tramos
de la historia que nos venían ocultando y reclamaban luz”.
La
historia de un hombre ha de ser recordada por él mismo, que es quien la sabe de
verdad. Un hombre es él y su historia. Buena o mala, su historia es su vida,
con sus raspaduras y sus muescas.
Siempre
son mejores los anuncios de reformas que las reformas en sí mismas. En
política, es mejor prometer que dar.
Don
Juan Carlos dijo, dile a Adolfo que no se olvide que su electorado es de
centroderecha; que para hacer política de izquierdas ya está la izquierda. El
desacuerdo del Rey con la gestión de Suárez aumentaba por días.
Suárez
aguantaba el chaparrón del Rey. He demostrado que tengo aliados…¡las famosas
periferias que a esos golpistas les dan náuseas y a las que quieren cortar las
alas…o el cuello! Y yo, en cambio, lo que deseo es incorporarlas a la
responsabilidad de gobernar para todo el Estado. No podemos hablar de una
soberanía nacional ni de una integridad territorial auténtica mientras no sea
posible que en el despacho de la Moncloa se sienten un vasco del PNV o un
catalán de CIU como presidentes del Gobierno de España.
He
llegado al convencimiento de que hoy, y en las actuales circunstancias, mi
marcha es más beneficiosa para España que mi permanencia en la presidencia. Me
voy sin que nadie me lo haya pedido; porque “no quiero que el sistema
democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de
España. Ese “nadie” solo podían ser los militares o el Rey. O los militares y
el Rey. Podían, sin deber poder.
Solo
hay que tener miedo al miedo mismo. Si solo son sancionados los jefes de una
rebelión, y quedan impunes los que también los secundaron, los derechos del
pueblo quedan desprotegidos. Cuando es demasiado "barato” participar en un
golpe de Estado, porque se tiene la seguridad de que solo castigarán a los
promotores, entonces el propio Estado queda indefenso y a merced del miedo. El
miedo no puede determinar la política española. No hay libertad bajo el miedo,
no hay derechos ciudadanos bajo el miedo, no se puede gobernar bajo el miedo.
El miedo traería consigo la involución política.
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