INTEMPERIE.
Jesús Carrasco.
Un niño escapado de casa escucha, agazapado en el fondo de su escondrijo,
los gritos de los hombres que lo buscan. Cuando la partida pasa, lo que queda
ante él es una llanura infinita y árida que deberá atravesar si quiere alejarse
definitivamente de aquello que le ha hecho huir.
Intemperie traslada al lector un
sentido de responsabilidad grave. Nos hallamos en un espacio mesetario
fácilmente identificable con la España central dentro una época que no interesa
en absoluto. Se ha escapado de la casa de su padre y su marcada obstinación por
no ser descubierto presagia que su huida responde a algo peor que el castigo
por ser encontrado.
Poco
después se acerca a un cabrero, un pastor viejo, artrítico y solitario, quien sin
ninguna muestra de cariño lo acoge durante unos días. Su huida se ve aderezada
de la iniciación al pastoreo, búsqueda de agua y pastos, ordeño, caza menor
para subsistencia. Todo ello como recuerda el título, a la intemperie.
A través de
arquetipos como el niño, el cabrero o el alguacil, Jesús Carrasco construye un
relato duro, salpicado de momentos de gran lirismo. Una novela tallada palabra
a palabra, donde la presencia de una naturaleza inclemente hilvana toda la
historia hasta confundirse con la trama y en la que la dignidad del ser humano
brota entre las grietas secas de la tierra con una fuerza inusitada.
Su vocabulario es preciso y adecuado a
la actividad de los personajes. La novela es muy dura porque provoca a la imaginación y la hace identificarse con
unos personajes que, por circunstancias diversas, viven al límite de la
supervivencia. La identificación la logra plenamente. Es un buen libro que
gusta leerlo aunque provoque nuestra desazón y temor en muchos momentos. (Xomargo
dixit).
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