27 de diciembre de 2013

002.-APRENDE A DECIR -NO- A TUS HIJOS.- Robert Langis


APRENDE A DECIR “NO” A TUS HIJOS.
                                        
  La presente obra está pensada para acudir en vuestra ayuda, padres de hoy en día. En ella se os ofrecen soluciones prácticas para facilitar vuestra labor y para aumentar el placer de vivir en compañía de vuestros hijos.
          Descubriréis en su interior un conjunto de técnicas sencillo, útil y eficaz. Lejos de preconizar una autoridad tiránica y aplastante como la que prevalecía hasta no hace mucho, el autor aboga más bien por una autoridad sana y eficaz donde la felicidad familiar, la colaboración y el respeto puedan coexistir.
            Aprende a decir “NO” a tus hijos os permitirá dosificar vuestra autoridad con el fin de corregir o educar a vuestros hijos. Veréis que aprender a decirles que no es esencial para educarlos correctamente y para inculcarles los valores fundamentales.
         Los niños de hoy en día pueden dar más de un quebradero de cabeza a quienes estamos a cargo de su educación....¡ a menos que sepamos cómo tratarlos!.

       Mientras más inteligentes y avispados sean los niños, más capaces serán de enfrentarse a sus padres desde muy temprana edad.
             Cuando los padres trabajan fuera, suelen tender a mimar al hijo para compensar su ausencia. Si sabemos decirle que no, el niño aprenderá que no tiene derecho a todo simplemente por ser quien es. A fuerza de servir a su hijo, los padres corren el riesgo de caer en la servidumbre. Servir significa cumplir con ciertas obligaciones, ser unos sirvientes significa convertirnos en esclavos.
      
 LAS TRECE CONDICIONES DE LA ESCLAVITUD DE LOS PADRES DE HOY EN DÍA:
01.- No sabemos establecer la diferencia entre necesidades y sus caprichos.
02.- Hacemos por él cosas que él es capaz de hacer por sí mismo.
03.- Nos esforzamos continuamente por tenerlo contento y nuestro hijo no sabe apreciarlo.
04.- Hacemos un esfuerzo por acceder a las peticiones de nuestro hijo y luego cambia de idea a última hora, sin que exista razón alguna para ello
05.- Dejamos que actúe y nos hable de un modo irrespetuoso.
06.- Perdemos mucho tiempo en repetirle una y otra vez las mismas indicaciones.
07.- Sentimos ciertos reparos psicológicos a la hora de dejar a nuestro hijo al cuidado de terceras personas.
08.- Dejamos de practicar todas las actividades que nos gustan para estar siempre a su lado.
09.- Somos incapaces de pensar en otra cosa que no sea nuestro hijo.
10.- Tenemos tendencia a darle demasiadas cosas, tantas, que no sabe qué hacer con ellas.
11.- Dejamos que el niño controle nuestra vida.
12.- Depositamos en nuestro hijo demasiadas expectativas.
13.- Nos culpamos inútilmente de los errores cometidos por nuestro hijo.
   
            ¿Es razonable que nuestra felicidad dependa únicamente de los demás? Es mejor no contar demasiado con los demás, cuando de lo que se trata es de alcanzar nuestra propia felicidad. Las frustraciones, tarde o temprano, siempre acaban saliendo a la superficie. No cabe duda de que hacer felices a los demás contribuye a que nosotros también lo seamos. Debemos recargar las pilas de vez en cuando, o de lo contrario, llegará el momento en que ya no podamos dar aquello que nos falta. No se trata de ser egoísta, sino de seguir un principio sencillo: debemos reservar algo de espacio para nosotros mismos. Si sabemos querernos a nosotros mismos, sabremos amar mejor y de un modo más sano.

          No se trata de no dejar vivir a nuestros hijos. Es muy conveniente dejarles mucha libertad cuando eso les resulte positivo, pero nunca cuando lo que hagan pueda perjudicarnos inútilmente. Ponemos de nuestra parte para allanarle el camino, un camino que deberá recorrer por sí solo, junto a nosotros, pero no sobre nuestras espaldas.

             Cuanto más despierto sea el niño, más empeño pondrá en saltarse las prohibiciones. En el aprendizaje de los límites impuestos, los niños se toparán con prohibiciones infranqueables. Una vez que se han convencido de que se encuentran en un callejón sin salida, para ellos el asunto quedará zanjado.
           
            Los niños descubren que la mayor parte del tiempo sus padres no saben decirles que no. Esos niños saben que sus padres les dejan hacer, con tal de estar tranquilos. Si conocemos claramente nuestros límites, nuestro hijo conocerá claramente los suyos.

          Durante gran parte de nuestra vida, la felicidad viene a ser como unas gafas: aunque las tengamos delante de nuestros ojos no parecemos verlas. Cuando vivimos una época de bonanza que se prolonga en el tiempo, acabamos por no valorar en su justa medida nuestro bienestar.
  
            Una infinidad de pequeños gestos de los padres hacia los hijos pueden pasar inadvertidos por éstos últimos. Es preciso que los padres dejen de considerar que lo que hacen por ellos carece de importancia. ¿Cómo hacer que nuestro hijo aprecie lo que posee?: Seguir tres reglas:
                                                  1.- Hay que acostumbrarle a no dar nunca por sentado que tiene derecho a todo simplemente por ser quien es.
                                             2.- Debemos enseñar a nuestro hijo a apreciar el valor de las cosas. Siempre hay que pagar un precio por todo.
                                                       3.- Nuestro hijo debe “convencerse” de que somos capaces de decir que no. Lo primero es convencernos nosotros mismos. Si persistimos en darles todo cuento se les antoja sin ponerles ni un pero, les estamos haciendo un flaco favor. Cuanto antes apliquemos estas reglas, más fácil nos resultará inculcarles esa mentalidad.

        El hecho de no decirles nunca que no a nuestros hijos no hace que nos quieran más. No se trata de ser duro: unos padres que adoptan una actitud demasiado rígida, aunque digan que no a menudo, no lo hacen correctamente. Saber decir NO en el momento oportuno.

          Entre actuar como un padre demasiado bueno y actuar como un buen padre media todo un abismo. Los niños vienen al mundo sin manual de instrucciones. Buen padre es aquel que es bueno con su hijo cuando le es posible serlo. Más vale ser un buen padre que un padre demasiado bueno. 

           Lo principal es saber decir que no. Explicar correctamente nuestras decisiones. Las explicaciones ayudan al niño a comprender las verdaderas razones por las cuales sus padres le dicen que no. El “no” cobra un significado creíble y aceptable, en vez de ser interpretado únicamente como una restricción injusta. Debemos aprender a no subestimar la capacidad de comprensión de los niños. Decir que no con una hábil mezcla de dulzura y firmeza. Si nos cuesta mucho encontrar razones que sean lógicas para nuestro hijo, ni siquiera después de reflexionar a fondo sobre el tema, es posible que debamos replantearnos nuestras exigencias.
         
  Existen ONCE condiciones que deben cumplirse para que nuestras explicaciones sean más fáciles de aceptar para nuestros hijos:
01.- La explicación debe darse utilizando un lenguaje que el niño pueda comprender.
02.- Debe ser lo más clara y directa posible.               
03.- Debe centrarse en hechos. Los hechos son siempre más fáciles de aceptar que las suposiciones.
04.- Debe hacerle ver las ventajas que obtendría con un cambio de actitud.
05.- Debe centrarse en las acciones del niño y sus consecuencias. Le hacemos ver las consecuencias de sus actos. Es preciso que sepa cuáles son.
06.- La explicación debe ser válida para todos.
07.- No debe fundamentarse en un problema emotivo de una persona que no sea el propio niño.
08.- No deben basarse únicamente en principio morales tradicionales.
09.- La explicación no debe justificarse únicamente por motivos de tradición o costumbre.
10.- No debe contradecir una explicación precedente.
11.- No debe culpabilizar al niño.

            Una de las peores actitudes consiste en dar por sentado que el niño ha comprendido perfectamente lo que le hemos dicho, sin comprobar si es verdad o no. Si el niño nos explica correctamente nuestro mensaje con sus propias palabras, podemos estar seguros de que lo ha comprendido. Pero hay que tener cuidado de no abusar de este tipo de preguntas.

            Los niños tienen una tendencia natural a reincidir. Es necesario darles algo de tiempo para que se amolden a una disciplina. Si repetimos demasiado a menudo nuestras explicaciones, éstas acaban por surtir poco efecto.

¿CÓMO ACTUAR?: Debemos respetar:
          
              01.- El niño debe estar presente mentalmente para escucharnos.
              02.- Debo dar razones convincentes para justificar mi actitud.
            03.- Para que el niño me obedezca debo permitirle, dentro de ciertos límites, que se comporte como un niño.
             04.- Para que el niño me obedezca, debe poder divertirse. Ser serio y tomárselo todo demasiado en serio son dos cosas totalmente diferentes. Una persona seria, es capaz de mantener el control de las situaciones reservar un lugar para la diversión.
             05.- Para que el niño me obedezca, debe poder expresar sus opiniones libremente.
             06.- Debo de evitar que mis palabras adopten un tono de reproche.
           07.- Debo evitar culpabilizar al niño. Los reproches, los castigos y los sermones son los tres medios más utilizados para culpabilizar a los niños. Causan poco efecto en los niños de hoy en día.
             08.- Debo evitar hablarle con amenazas.
             09.- Debo evitar exagerar la importancia de los hechos.
             10.- Debo decir que NO sin que mi hijo tenga la impresión de que lo estoy desafiando.
             11.- Debo evitar hablarle de varios problemas a la vez. 
             12.- Debo evitar hablarle siempre de la misma manera.       
          13.- Debo mostrarme firme y constante en todo momento, sin excepción. No deberíamos hacer excepciones a la regla sin un motivo justificado. Es preferible establecer las NORMAS INDISPENSABLES, porque el exceso de reglas hace que la situación se vuelva difícil. En más de una ocasión estaremos tentados de hacerlo con tal de recobrar la paz y la calma. Puede resultar peligroso comprar un breve momento de respiro a un precio tan alto.
14.- Le doy a entender claramente que no estoy obligado a ponerme a su servicio y que si no me respeta, DEJARÉ DE HACERLO.

Deberíamos negarnos a aceptar ningún tipo de chantaje.
No debemos ser excesivamente exigentes con nuestros pequeños. Es lógico que haya leyes que deban respetarse en todo momento. Nuestra autoridad debe estar presente cada vez que sea necesario, y no solo cuando el comportamiento de nuestro hijo nos moleste más de lo habitual.

Cada niño posee dos personalidades o temperamentos en su interior. Es recomendable poner al niño al corriente de la existencia de estas dos facetas de su carácter.

Debemos concentrarnos en los valores más importantes. Debemos mostrarnos algo más permisivos cuando se trate de respetar los valores secundarios. El SÍ puede adoptar diversas formas. Hay que saber no abusar de ellos, es bueno hacerlo varias veces al día. LA CONFIANZA EN UNO MISMO ES UN ELEMENTO FUNDAMENTAL en la motivación de aprender.

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