APRENDE
A DECIR “NO” A TUS HIJOS.
La presente obra está pensada para
acudir en vuestra ayuda, padres de hoy en día. En ella se os ofrecen soluciones
prácticas para facilitar vuestra labor y para aumentar el placer de vivir en
compañía de vuestros hijos.
Descubriréis en su interior un conjunto de técnicas sencillo, útil y eficaz.
Lejos de preconizar una autoridad tiránica y aplastante como la que prevalecía
hasta no hace mucho, el autor aboga más bien por una autoridad sana y eficaz
donde la felicidad familiar, la colaboración y el respeto puedan coexistir.
Aprende a decir “NO” a tus hijos os permitirá dosificar vuestra autoridad con el fin de
corregir o educar a vuestros hijos. Veréis que aprender a decirles que no es
esencial para educarlos correctamente y para inculcarles los valores
fundamentales.
Los niños de hoy en día pueden dar más de un quebradero de cabeza a quienes
estamos a cargo de su educación....¡ a menos que sepamos cómo tratarlos!.
Mientras más inteligentes y
avispados sean los niños, más capaces serán de enfrentarse a sus padres desde
muy temprana edad.
Cuando los padres trabajan fuera, suelen tender a mimar al hijo para compensar
su ausencia. Si sabemos decirle que no, el niño aprenderá que no tiene derecho
a todo simplemente por ser quien es. A fuerza de servir a su hijo, los padres
corren el riesgo de caer en la servidumbre. Servir significa cumplir con
ciertas obligaciones, ser unos sirvientes significa convertirnos en esclavos.
LAS
TRECE CONDICIONES DE LA ESCLAVITUD DE LOS PADRES DE HOY EN DÍA:
01.-
No sabemos establecer la diferencia entre necesidades y sus caprichos.
02.-
Hacemos por él cosas que él es capaz de hacer por sí mismo.
03.-
Nos esforzamos continuamente por tenerlo contento y nuestro hijo no sabe
apreciarlo.
04.-
Hacemos un esfuerzo por acceder a las peticiones de nuestro hijo y luego cambia
de idea a última hora, sin que exista razón alguna para ello
05.-
Dejamos que actúe y nos hable de un modo irrespetuoso.
06.-
Perdemos mucho tiempo en repetirle una y otra vez las mismas indicaciones.
07.-
Sentimos ciertos reparos psicológicos a la hora de dejar a nuestro hijo al
cuidado de terceras personas.
08.-
Dejamos de practicar todas las actividades que nos gustan para estar siempre a
su lado.
09.-
Somos incapaces de pensar en otra cosa que no sea nuestro hijo.
10.-
Tenemos tendencia a darle demasiadas cosas, tantas, que no sabe qué hacer con
ellas.
11.-
Dejamos que el niño controle nuestra vida.
12.-
Depositamos en nuestro hijo demasiadas expectativas.
13.-
Nos culpamos inútilmente de los errores cometidos por nuestro hijo.
¿Es razonable que nuestra felicidad
dependa únicamente de los demás? Es mejor no contar demasiado con los demás,
cuando de lo que se trata es de alcanzar nuestra propia felicidad. Las
frustraciones, tarde o temprano, siempre acaban saliendo a la superficie. No
cabe duda de que hacer felices a los demás contribuye a que nosotros también lo
seamos. Debemos recargar las pilas de vez en cuando, o de lo contrario, llegará
el momento en que ya no podamos dar aquello que nos falta. No se trata de ser
egoísta, sino de seguir un principio sencillo: debemos reservar algo de espacio
para nosotros mismos. Si sabemos querernos a nosotros mismos, sabremos amar
mejor y de un modo más sano.
No se trata de no dejar vivir a
nuestros hijos. Es muy conveniente dejarles mucha libertad cuando eso les
resulte positivo, pero nunca cuando lo que hagan pueda perjudicarnos
inútilmente. Ponemos de nuestra parte para allanarle el camino, un camino que
deberá recorrer por sí solo, junto a nosotros, pero no sobre nuestras espaldas.
Cuanto más
despierto sea el niño, más empeño pondrá en saltarse las prohibiciones. En el
aprendizaje de los límites impuestos, los niños se toparán con prohibiciones
infranqueables. Una vez que se han convencido de que se encuentran en un
callejón sin salida, para ellos el asunto quedará zanjado.
Los niños descubren que la mayor parte del
tiempo sus padres no saben decirles que no. Esos niños saben que sus padres les
dejan hacer, con tal de estar tranquilos. Si conocemos claramente nuestros
límites, nuestro hijo conocerá claramente los suyos.
Durante gran parte de nuestra vida, la felicidad viene a ser como unas gafas:
aunque las tengamos delante de nuestros ojos no parecemos verlas. Cuando
vivimos una época de bonanza que se prolonga en el tiempo, acabamos por no
valorar en su justa medida nuestro bienestar.
Una infinidad de pequeños gestos de
los padres hacia los hijos pueden pasar inadvertidos por éstos últimos. Es
preciso que los padres dejen de considerar que lo que hacen por ellos carece de
importancia. ¿Cómo hacer que nuestro hijo aprecie lo que posee?: Seguir tres
reglas:
1.- Hay que acostumbrarle a no dar nunca por sentado que tiene derecho a todo
simplemente por ser quien es.
2.- Debemos enseñar a nuestro hijo a apreciar el valor de las cosas. Siempre
hay que pagar un precio por todo.
3.- Nuestro hijo debe “convencerse” de que
somos capaces de decir que no. Lo primero es convencernos nosotros mismos. Si
persistimos en darles todo cuento se les antoja sin ponerles ni un pero, les
estamos haciendo un flaco favor. Cuanto antes apliquemos estas reglas, más
fácil nos resultará inculcarles esa mentalidad.
El hecho de no decirles nunca que no a nuestros hijos no hace que nos quieran
más. No se trata de ser duro: unos padres que adoptan una actitud demasiado
rígida, aunque digan que no a menudo, no lo hacen correctamente. Saber decir NO
en el momento oportuno.
Entre
actuar como un padre demasiado bueno y actuar como un buen padre media todo un
abismo. Los niños vienen al mundo sin manual de instrucciones. Buen padre es
aquel que es bueno con su hijo cuando le es posible serlo. Más vale ser un buen
padre que un padre demasiado bueno.
Lo
principal es saber decir que no. Explicar correctamente nuestras decisiones.
Las explicaciones ayudan al niño a comprender las verdaderas razones por las
cuales sus padres le dicen que no. El “no” cobra un significado creíble y
aceptable, en vez de ser interpretado únicamente como una restricción injusta.
Debemos aprender a no subestimar la capacidad de comprensión de los niños.
Decir que no con una hábil mezcla de dulzura y firmeza. Si nos cuesta mucho
encontrar razones que sean lógicas para nuestro hijo, ni siquiera después de
reflexionar a fondo sobre el tema, es posible que debamos replantearnos
nuestras exigencias.
Existen ONCE condiciones que deben cumplirse para que nuestras explicaciones
sean más fáciles de aceptar para nuestros hijos:
01.- La explicación debe darse utilizando un lenguaje que el niño pueda comprender.
01.- La explicación debe darse utilizando un lenguaje que el niño pueda comprender.
02.-
Debe ser lo más clara y directa posible.
03.- Debe centrarse en hechos. Los hechos
son siempre más fáciles de aceptar que las suposiciones.
04.- Debe hacerle ver las ventajas que obtendría con un cambio de actitud.
04.- Debe hacerle ver las ventajas que obtendría con un cambio de actitud.
05.- Debe centrarse en las acciones del
niño y sus consecuencias. Le hacemos ver las consecuencias de sus actos. Es
preciso que sepa cuáles son.
06.-
La explicación debe ser válida para todos.
07.- No debe fundamentarse en un problema emotivo de una persona que no sea el propio niño.
07.- No debe fundamentarse en un problema emotivo de una persona que no sea el propio niño.
08.-
No deben basarse únicamente en principio morales tradicionales.
09.- La
explicación no debe justificarse únicamente por motivos de tradición o
costumbre.
10.-
No debe contradecir una explicación precedente.
11.- No debe culpabilizar al niño.
Una de las peores actitudes consiste
en dar por sentado que el niño ha comprendido perfectamente lo que le hemos
dicho, sin comprobar si es verdad o no. Si el niño nos explica correctamente
nuestro mensaje con sus propias palabras, podemos estar seguros de que lo ha
comprendido. Pero hay que tener cuidado de no abusar de este tipo de preguntas.
Los niños tienen una tendencia
natural a reincidir. Es necesario darles algo de tiempo para que se amolden a
una disciplina. Si repetimos demasiado a menudo nuestras explicaciones, éstas
acaban por surtir poco efecto.
¿CÓMO
ACTUAR?: Debemos respetar:
01.- El niño debe estar presente mentalmente
para escucharnos.
02.- Debo dar razones convincentes para
justificar mi actitud.
03.- Para que el niño me obedezca debo
permitirle, dentro de ciertos límites, que se comporte como un niño.
04.- Para que el niño me obedezca, debe
poder divertirse. Ser serio y tomárselo todo demasiado en serio son dos cosas
totalmente diferentes. Una persona seria, es capaz de mantener el control de
las situaciones reservar un lugar para la diversión.
05.- Para que el niño me obedezca, debe
poder expresar sus opiniones libremente.
06.- Debo de evitar que mis palabras
adopten un tono de reproche.
07.- Debo evitar culpabilizar al niño.
Los reproches, los castigos y los sermones son los tres medios más utilizados
para culpabilizar a los niños. Causan poco efecto en los niños de hoy en día.
08.- Debo evitar hablarle con amenazas.
09.- Debo evitar exagerar la importancia
de los hechos.
10.- Debo decir que NO sin que mi hijo
tenga la impresión de que lo estoy desafiando.
11.- Debo evitar hablarle de varios
problemas a la vez.
12.- Debo evitar hablarle siempre de la
misma manera.
13.-
Debo mostrarme firme y constante en todo momento, sin excepción. No deberíamos
hacer excepciones a la regla sin un motivo justificado. Es preferible
establecer las NORMAS INDISPENSABLES, porque el exceso de reglas hace que la
situación se vuelva difícil. En más de una ocasión estaremos tentados de
hacerlo con tal de recobrar la paz y la calma. Puede resultar peligroso comprar
un breve momento de respiro a un precio tan alto.
14.-
Le doy a entender claramente que no estoy obligado a ponerme a su servicio y
que si no me respeta, DEJARÉ DE HACERLO.
Deberíamos
negarnos a aceptar ningún tipo de chantaje.
No
debemos ser excesivamente exigentes con nuestros pequeños. Es lógico que haya
leyes que deban respetarse en todo momento. Nuestra autoridad debe estar
presente cada vez que sea necesario, y no solo cuando el comportamiento de
nuestro hijo nos moleste más de lo habitual.
Cada
niño posee dos personalidades o temperamentos en su interior. Es recomendable
poner al niño al corriente de la existencia de estas dos facetas de su
carácter.
Debemos
concentrarnos en los valores más importantes. Debemos mostrarnos algo más
permisivos cuando se trate de respetar los valores secundarios. El SÍ puede
adoptar diversas formas. Hay que saber no abusar de ellos, es bueno hacerlo
varias veces al día. LA CONFIANZA EN UNO MISMO ES UN ELEMENTO FUNDAMENTAL en la
motivación de aprender.
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