Podríamos iniciar la reflexión que nos proponemos
partiendo del pensamiento del poeta JOSE BERGAMÍN cuando clama que "si yo fuera un objeto, seria
objetivo; como soy un sujeto, soy subjetivo”. La belleza de lo expresado no esconde
la contundencia del principio que pretende ser como un grito, en el campo del
intento de uniformidad que hoy trata de envolvernos.
Lo primero que hemos de hacer para hablar acerca de
"la educación en los valores", es aclarar lo que entendemos por cada
uno de los términos que conforman el titulo, y como han de enlazarse entre
ellos.
Definir los que entendemos por educar podría parecer vano para cualquiera de los sesudos
teóricos de la Pedagogía que en sus elucubraciones, tratan de rodear a lo que
se quiere definir de tal cantidad de confusión semántica que más pareciese que
su verdadera intención es que nadie pudiese entenderlos. A ellos corresponde
gran parte de la responsabilidad acerca de la actual confusión social sobre lo
que rodea al acto y arte educativo.
Sin embargo, como vamos
a hablar de la escuela, hemos de volver nuevamente a la diferenciación
existente entre el instruir
y el educar.
El instruir se corresponde con lo objetivo, con el objeto. Se
instruye en la escuela, en el instituto, en la universidad. Se instruye en el
autoaprendizaje y se instruye uno con toda la cantidad de medios e instrumentos
que en la actualidad proporcionan información científica a un nivel mucho mas
profundo que el que se obtiene en la escuela. El instruir es una técnica, un acto mejorable con la experiencia y con la riqueza de medios. Se
instruye planificando bien y utilizando correctamente el tiempo, los recursos,
la metodología, la evaluación, si es el ámbito escolar y también fuera de él.
El educar se corresponde con lo subjetivo, con el sujeto. Se
educa cuando hay intencionalidad de cambiar una actitud en un sujeto. Hay
educación cuando se pretende dirigir la acción de una persona hacia un objetivo
convenido y de una forma determinada. En la acción de cómo sea esta forma estará la buena o la mala educación.
El educar bien es un arte.
Esta educación
buena ha de tener una
doble perspectivas, la individual de perfeccionamiento personal y de tendencias
hacia la consecución de lo valioso
(primer concepto de valor); y la segunda de perfeccionamiento de lo social y de
coraje y participación en esta
tarea (segundo concepto de valor). En ambas perspectivas hay que implicarse.
Esta implicación y toma de compromiso trae como
consecuencia la impregnación de la vida escolar y social por los planteamientos
axiológicos.
Y, ¿ qué es
lo valioso?. ¿ Son los valores los que determinan el tipo de sociedad, o
es más bien la sociedad la que designa qué valores son los que deben perseguirse?
.Una sociedad constituida, que no necesariamente estructurada, tiene una escala
de valores que sirven de referencia al adulto que los persigue, y al joven que
lo imita. Son valores de sujeto, diseñados por sujetos con las imperfecciones
que los propios sujetos tienen. Suelen ser valores implicados en lo material y
en el bienestar. No son valores perversos en sí, pero no son los valores que se
corresponden con la grandeza de la naturaleza humana, porque entonces el
valor perdería su esencia, para convertirse en lo útil, en lo que mejora la
calidad de la vida humana, pero no
puede ser objetivo esencial de la vida misma. El gran valor es el que se
inmortaliza, el que pervive en la conciencia de los pueblos y lo material se
pierde o se traspasa, con la propia materia.
Es por lo tanto el valor el que habrá que determinar a la sociedad. Una
educaci6n en valores, si el valor es lo valioso, tendrá como fin una sociedad
valiosa en si mismo. Se trata de consensuar lo valioso, aquellas premisas vitales que
entendemos como imprescindibles y que son las que tratamos de trasladar a
nuestros hijos, con el objeto de perfeccionarlos individualmente y hacerlos
participar activamente en la construcci6n de una sociedad en la que sean
felices y en la que se den los principios que objetivamente facilitan la
felicidad general y que son la igualdad, la
libertad y la solidaridad.
Igualdad en la oportunidad que permita que la
persona comprenda, acepte y justifique la posterior desigualdad que ya no será
injusta.
Libertad para
elegir entre las diversas facetas y opciones de lo bueno. Libertad para hacerse
permisivo y comprensivo con la libertad de los demás.
Solidaridad para
entender el sentido del compartir. Para entender que la igualdad en la
oportunidad no supone igualdad en lo genético, ni en el esfuerzo, ni siquiera
en la suerte. Que la igualdad siempre ha de darse en la salida, pero que
raramente se da en la llegada y que hay que saber mirar atrás con generosidad y
sin ira.
Estos valores, que llamaremos valores mediatos y que podría afirmar que son subjetivamente objetivos; es decir, que
todos los sujetos los definirían como positivos y que habrá que implicarlos
tanto en la escuela como en la sociedad. Incluso el individuo radicalmente
competitivo, aceptaría la igualdad en la salida, salvo que tuviera fatal
conciencia de su propia incompetencia y de sus miedos.
De la conjunci6n de estos términos se determina la justicia, y una sociedad justa es una sociedad en
paz que es
el mayor nivel de perfeccionamiento humano y su ausencia el mayor de los
fracasos que puede asumir la persona, fruto de la ausencia de una lucha
continua anterior por erradicar de la sociedad la injusticia, derivada por otra
parte, de la presencia de insolidaridad, desigualdad y cadenas.
Hacia la consecuci6n de estos principios mediatos
que hemos citado ha de ir encaminada la tarea diaria del proceso educativo, persiguiendo su
obtenci6n. Para ello habrá que ir eliminando
las trabas que van surgiendo en el camino e ir logrando una relaci6n de
compromiso entre el educador y
el educando. Este compromiso es un actuar continuo en la identificaci6n
de los valores inmediatos, su fijaci6n en la escuela educativa, la señalizaci6n
de estrategias de afianzamiento y normalizaci6n y su asunci6n comprometida por
el individuo y la sociedad.
Pero, cuales son estos valores inmediatos para los
adultos?. ¿Y para los j6venes?. Coinciden en sus planteamientos?. ¿ Se intenta
la discusi6n a consenso o más bien los adultos pretendemos fijar la escala de
valores de los j6venes y prolongarnos en ellos?
"Vuestros hijos no son vuestros hijos....
Podéis
esforzaros en ser como ellos,
más no
pretendáis que ellos sean como vosotros. Porque la Vida no camina hacia atrás
ni se
demora en los días pasados.
Vosotros sois... (KAHLIL GIBRAN.)
De este modo los j6venes
reaccionan ante las presiones de los mayores y se rebelan desorientados.
Nuestros hijos nacen y crecen en un mundo
hecho por nosotros, que se adelanta a
sus
necesidades, que previene sus
preguntas y
les anega en soluciones. (LEVI
STRAUSS)
Sin embargo, ello no
implica un abandono, que por la experiencia acumulada no debe producirse, ni
una dejación de responsabilidades en la tarea que la propia sociedad y la misma
naturaleza encomienda al adulto. Éste, al contrario, habrá de estimular un
miedo en el joven que facilite aprendizaje y la formación de su escala
axiológica y su personalidad ya que durante
mucho tiempo todo aprendizaje que exija mucha disposición irá mal, a menos que
sea motivado por cierto miedo controlable. Posteriormente, la propia
persona busca la motivación necesaria para acometer las más ímprobas acciones
de aprendizaje.
Este miedo necesario, ¿idea escandalosa hoy?, lo confirma FERNANDO
SAVATER cuando dice que “quienes
hemos sido educados en sociedades dictatoriales estamos por lo general
convencidos del adelanto que supone aliviar de intimidaciones abusivas los
primeros años de la enseñanza. Pero también es preciso comprender que la desaparición de toda forma de autoridad en
la familia no predispone a la libertad responsable sino a una forma de
caprichosa inseguridad que con los años se refugia en formas colectivas de
autoritarismo”.
Y lo reafirma didácticamente el filósofo sicoanalista BRUNO BETTELHEIM al
afirmar que “ya no podemos o queremos
basar el aprendizaje académico en el miedo. Sabemos que el miedo cobra un
precio tremendo en forma de inhibiciones y rigidez. Pero el niño debe temer
algo si queremos que se aplique a la ardua tarea de aprender: Opino que, para
que prosiga la educación, los niños tienen que haber aprendido a tener miedo de
algo antes de ingresar en la escuela. Si no se trata del miedo a condenarse o a
ser encerrado en la leñera, entonces en estos tiempos más ilustrados tiene que
ser, cuando menos, el miedo a perder el amor y el respeto de los padres (o más
tarde, por poderes, el del maestro) y, finalmente, el miedo a perder el respeto
a sí mismo”.
Será el camino del descubrimiento del valor de la autoestima.
Todo este proceso de educación en los valores habrá de estructurarse en actuaciones concretas y en programas de trabajo consensuados en la comunidad
educativa y plasmados en Unidades Didácticas, incluidas en el Plan de Centro,
acerca de la igualdad entre las razas, entre los sexos, las creencias
religiosas, las ideologías, que habrán de repercutir en la felicidad social;
así como en las mismas acciones referidas a la violencia, drogas, sexo,
religión, ética, etc...que habrán de repercutir en la felicidad individual.
Todo ello en razón de que por los tremendos cambios habidos en la
dinámica social, cada vez más la escuela reemplaza la tarea socializadora que
antes realizaba exclusivamente la familia tradicional.
Y no vale afirmar que la escuela no sabe ya qué finalidades debe cumplir
y hacia dónde debe orientar sus acciones. La escuela debe regenerarse a sí misma, sus profesionales deben
demostrar que son técnicos en educación y no meros instructores, y la
Administración debe dotar, de verdad y no sobre el papel, a la escuela, de la autonomía necesaria para que la Comunidad educativa se proyecte
sobre sus propios valores, se rompa el estaticismo pedagógico imperante
y fluya desde ella un individuo nuevo, valioso, igual, libre y solidarios sobre
una sociedad justa y pacífica.
José Martínez Gómez.
Maestro y Licenciado en Ciencias de la Educación..
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