LAS COSAS QUE NO NOS DIJIMOS.
Cuatro días antes de su boda, Julia
recibe una llamada del secretario personal de Anthony Walsh. Walsh es un
brillante hombre de negocios, pero siempre ha sido para Julia un padre ausente,
y ahora llevan más de un año sin verse. Como Julia imaginaba, no podrá asistir
a la boda. Pero esta vez tiene una excusa incontestable: ha muerto.
Al día siguiente del entierro, Julia recibe un extraño paquete y descubre que
su padre le ha reservado una última sorpresa, la más extraña y rocambolesca que
se pueda imaginar. Gracias a ella, Julia se embarcará en el viaje más
extraordinario de su vida. Un viaje que la llevará a descubrir un pasado
inesperado y le permitirá conocer a ese hombre que fue su padre, con el que
quedaron tantas cosas por decir.
La lectura de este libro nos invita
a una reflexión acerca de las relaciones entre parejas y las referidas a
padres e hijos.
Es muy frecuente en la vida sentimental
crear un icono, una imagen virtual, a la que hacemos muy grande y que la
identificamos con nuestro ideal. Suele ser algo que, con mayor o menor
intensidad, le ocurre a todo el mundo.
Unas personas siguen con la relación y comprueban
lo pasajero de la misma, que las hace idénticas a otras relaciones; y otras
personas, terminan esta relación por la causa que sea y entonces la idealizan y
la identifican con la felicidad máxima que se pudo tener pero que no se tuvo.
Suelen responsabilizar de este hecho a un tercero o a uno mismo.
Además piensan que siempre tienen la culpa de todo lo que
pudiendo suceder, no sucede nunca.
“La vida no se vive en recuerdos que se confunden con
anhelos”
“Uno puede echarle la culpa de todo a su
infancia, culpar indefinidamente a sus padres de todos los males que padece, de
las pruebas a las que nos somete la vida, de sus debilidades, de sus cobardías,
pero a fin de cuentas es responsable de su propia existencia; uno se convierte
en quien decide ser.”
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