22 de abril de 2015

033.- LA NIEBLA Y LA DONCELLA.- Lorenzo Silva.



El sargento Bevilacqua y su compañera la cabo Chamorro, atípicos investigadores criminales de la Guardia Civil, reciben un incómodo encargo. El asunto que les toca en suerte es un asesinato ocurrido dos años atrás en la isla canaria de La Gomera; el muerto, un joven de vida desordenada y carácter atolondrado. Por el crimen, en su día, se juzgó y absolvió a un político local cuya hija adolescente andaba en relaciones con la víctima. El caso ha estado en la vía muerta durante meses, pero las altas conexiones de la madre del chico han forzado a reabrirlo. Chamorro y Bevilacqua se encuentran con un crimen antiguo y muy pocas pistas para resolverlo. Tras desplazarse a la isla, el cabo y el sargento, con la colaboración no siempre entusiasta de los guardias que en su día cerraron el caso en falso, se sumergen en la búsqueda de un asesino que parece haberse desvanecido en la niebla del bosque donde apareció el cadáver.

Lorenzo Silva nos ofrece la entrega más trepidante y ambiciosa de las andanzas del sargento Vila.
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El eje del libro gira en torno a esta reflexión final: “Aunque no tengo muchas certezas, hay algo que mientras me alcancen las fuerzas trataré de honrar siempre: la lealtad a quien soporta contigo, codo con codo, el barro y el polvo de la misma trinchera. Uno nunca termina de saber si es justa o verdadera la causa por la que lucha. Pero lo que está fuera de cuestión es la indignidad de quien da la espalda al que tiene a su lado.

·         Ese límite en el que un hombre pacífico deja de serlo para convertirse en un peligroso de impredecibles consecuencias.

·         Ver truncarse vidas, por motivos absurdos, despierta en uno una inevitable desconfianza hacia los semejantes, pero también una necesidad incontrolable de proteger y alimentar a cada segundo la ilusión de vivir.

·         La poesía no es incompatible con las matemáticas. Lo que sucede es que la poesía de las matemáticas no está al alcance de cualquiera.

·         Cuanto más corres menos tiempo vives. No porque mueras antes, sino porque el tiempo pasa más rápido, y sobre todo, le sacas menos provecho. El zapatero que trabaja deprisa hace más zapatos. Eso es bueno para el que se los calza o los vende, pero no necesariamente para el zapatero.

·         Sobre aquello de lo que no se puede hablar, hay que callar.

·         Es propio de ignorantes creer que una persona perturbada ha de ser estúpida.

·         No hay hombre que pueda competir con una mujer a la hora de despreciar o injuriar a otra mujer.

·         El error más grande que han cometido los parias a lo largo de la historia, ha sido confiar en los hijos de papá.

·         La educación tradicional, la del padre déspota, causaba unos estropicios. Y la moderna, la del padre enrollado, causa otros, que pueden ser igual de graves. Todos los padres creen que hacen lo mejor, y todos acaban culpándose de los contratiempos que tengan los hijos. El oficio de padre es algo antipático. Te toca poner límites, y a la vez, cuidar de no cortarles las alas al polluelo.

·         Lo que puedo evitar lo evito. Lo que tarde o temprano ha de pasar, que pase cuanto antes.

·         Para triunfar en política hay que tener vocación de servicio público, hay que tener ideas. Pero solo con eso no se llega a ninguna parte. Todos los que vea arriba tienen otra cosa: la ambición, la determinación constante de realizarla y la falta de escrúpulos suficiente como para apartar todo obstáculo que pueda estorbarles. Los que no tienen la frialdad para deshacerse de cualquier lastre de ese tipo, no llegan.

·         Hay hombres imbéciles y desalmados, lo mismo que mujeres imbéciles y desalmadas. Ser mujer es mucho más difícil que ser hombre. Dudo que eso se resuelva hasta que no haya conciencia de que las servidumbres que se imponen a la mujer estén sostenidas no sólo por hombres, sino también por mujeres. Y algunas de las peores, más por mujeres que por hombres. Me niego a soportar la matraca del feminismo agresivo con su odio bobo hacia el hombre en general. Las que me revientan son esas niñas pijas que presumen de haberse liberado, cuando lo que las ha liberado es la chequera de papá, que las protegió todo el tiempo que hizo falta, mientras otras tenían que ponerse a dar el callo y salir por donde buenamente pudieran. En el fondo esas listas desprecian a las domésticas y a las currantes, o sea, al noventa por ciento. Si una mujer acaba siendo ama de casa o cajera de un hipermercado, y sufriendo a un batracio que solo mira el futbol y ladra, es porque se lo merece. Eso vienen a decir, adornadas con su bonito pañuelo de Hermés.

·         Una de las cosas que más odio de ser el jefe es que a ti te toca pensar por dónde seguir cuando resulta obvio que el callejón no tiene salida.

·         La muerte en sí mismo, no existe. Lo verdaderamente temible es aquello que la muerte no se lleva; los vestigios que quedan ahí para recordarnos, hasta el fin de nuestra memoria, que aquel que murió estuvo con nosotros y ya no está.

·         Un malvado no busca excusas. Hace daño y se queda tan ancho.

·         Quien pierde la vergüenza, ya no la recobra nunca.

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