20 de enero de 2019

EL VICIO DEL PODER

EL VICIO DEL PODER.
 La cinta abarca un amplio periodo de la vida de Dick Cheney remontándose incluso a su etapa anterior a su carrera política, cuando era un don nadie con graves problemas de alcohol y su esposa andaba tan harta de él que incluso llegó a darle un ultimátum: o se convertía en alguien o ya podía ir desfilando. Hasta parece decidir su bando político al azar, simplemente con buscar almas afines, o, dicho con mayor propiedad, otros de su calaña.

La narración no deja lugar a dudas de la opinión del guionista y director acerca de la catadura moral del individuo que retrata tachándolo de provinciano, manipulador y oportunista y verdaderamente, sus acciones, vistas en perspectiva, dejan bastante claras sus intenciones habida cuenta de la forma en la que supo extender sus tentáculos para dominar los diferentes ámbitos de poder que lo convirtieron, literalmente, en el político más poderoso como poco entre los años 2001 y 2009.
 Uno de los mejores valores de El vicio del poder, más allá de su contenido, que tiene muchísima miga (desde la escalada de puestos hasta la elección como vicepresidente "pescando" a Bush como si de un besugo se tratara) es el del elenco. Christian Bale no solo se transforma (de nuevo) físicamente para meterse en la talla de pantalones de Cheney sino que la forma en la que mastica las palabras, su sardónica sonrisa de medio lado y hasta su manera de caminar y hablar mirando al suelo son objeto de un minucioso trabajo de reconstrucción. De ahí el reconocimiento y la nominación en los Globos de Oro como mejor actor y mejor actor de comedia.
Por su parte, es digno de mención también el fabuloso trabajo de Sam Rockwell transfigurándose en Bush hijo y Tyler Perry asusta de lo bien que interpreta el papel de Colin Powell y lo acertadísimo de su maquillaje. Menos dependiente de la caracterización, tenemos a una Amy Adams en el rol de la esposa de Dick, Lynne, que viene a ser la mujer que impulsa y empodera a su marido instándole a ser más ambicioso. De hecho, comparten una de las secuencias más divertidas de la película, en la que McKay los convierte prácticamente en protagonistas de un figurado aquelarre en el que orquestan su siguiente "travesura".

Una muy buena película que nos recuerda el antes y el después al ataque a las torres gemelas y la respuesta de los EE.UU y sus aliados, entre ellos España, y que camiaron el concepto de seguridad en el mundo.

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