Diego Alatriste se ve envuelto
por mediación de su amigo don Francisco de Quevedo en otra peligrosa aventura.
Una mujer ha aparecido estrangulada con una bolsa de dinero y una nota
manuscrita: “Para misas por su alma”. El enigma se complica con los sucesos
misteriosos que ocurren tras las paredes de un convento, cuando Alatriste es
contratado para rescatar de allí a una joven novicia.
En
el azaroso y fascinante Madrid de Felipe IV, entre lances, tabernas, garitos,
intrigas y estocadas, la aventura pondrá en juego la vida de los amigos del
capitán, haciendo surgir del pasado los fantasmas de viejos enemigos.
En la
vida lo malo no es conocer, sino mostrar que se conoce. Tan peligroso resulta
ser poco discreto revelando que uno sabe de más, como caer en la simpleza de
saber de menos. Siempre es bueno prevenir la música antes de que empiece el
baile.
Resulta
muy grave yerro ajustar nuestras fuerzas con las de los poderosos, con quienes
lléganos más cierto el perder que el ganar. Mejor es aguardar sin prisas y sin
aspavientos hasta que el tiempo o el azar nos pongan al adversario a tiro de
daga.
Y si no, paciencia; que a fin de
cuentas Dios tiene la última palabra.
Los
amigos y las mujeres no se escogen, sino que te eligen ellos a ti.
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